Artículo de Joaquín Aguirre sobre "La Ópera" de Laia Falcón Mediaciones Sociales, Nº 13, año 2014, pp. 241-244. ISSN electrónico: 1989-0494.
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Eduardo Merchán presenta el libro "La Ópera" de Laia FalcónCarmen Pérez de Armiñán presenta el libro "La Ópera" de Laia Falcón
Joaquín Aguirre presenta el libro "La Ópera" de Laia Falcón
La Ventana (Cadena SER) J. A. Vela del Campo y Roberto Sánchez sobre "La Ópera" de Laia Falcón
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Laia Falcón en Cadena Ser Hora 25 con Àngels Barceló
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La profesora e intérprete Laia Falcón publica una historia de la ópera planteada con un estilo narrativo.La profesora universitaria, pianista y soprano Laia Falcón ha publicado, a través de la editorial Alianza Música, el libro La Ópera: Voz, emoción y personaje, un recorrido por la historia de la ópera, desde su nacimiento hasta el siglo XX, y que se plantea, en esencia, como una obra divulgativa, pero escrita con un rigor que satisfaga al lector entendido en la materia; ésta es la filosofía de la «Colección Básica» que lanzó la mencionada editorial, y que incluye ya otras dos obras, una con el piano como protagonista, escrita por Justo Romero, y otra dedicada al cuarteto de cuerda, por Cibrán Sierra.
Laia Falcón aborda el reto que la editorial le propuso en 2012 mediante una estructuración literaria puramente narrativa, a modo de novela, dotando así a la historia de la tensión necesaria para mantener atrapado a cualquier lector; y lo hace en una obertura y cuatro actos, como corresponde a su «personaje» principal, de quien se contempla su nacimiento en los carnavales de Mantua, con la Fábula de Orfeo de Monteverdi, en 1607, pasando por su desarrollo en los siglos XVII y XVIII, y su período de máximo esplendor y difusión, entre el siglo XIX y principios del XX, planteándose, al final, una reflexión sobre su rumbo actual y futuro.
Laia Falcón es Doctora en Sociología del Arte por la Sorbonne de París y Doctora en Comunicación Audiovisual por la Universidad Complutense de Madrid, donde trabaja actualmente como profesora e investigadora en la línea de Construcción de Personajes y Música para la Narración. Además de en el plano académico, Falcón destaca como intérprete de piano y canto lírico, habiendo terminado sus estudios en Conservatorio Superior de Salamanca y en la Cátedra «Tom Krause» de canto. Como soprano solista, tiene en su haber el Premio de 2008 a la Mejor Intérprete del Mortazeum de Salzburgo, y ha actuado en teatros de primer nivel, tales como La Scala de Milán, el Mortazeum, la Biennale de Venecia, el DeSingel de Amberes o el Auditorio Nacional de Madrid, entre otros.
Beckmesser
FALCÓN, Laia: La Ópera. Voz, emoción y personaje. Alianza Música, Biblioteca básica. 335 págs.
«Lo raro aquí vuelve a ser que un músico joven y en ejercicio hable de música. Normalmente esta ´tribu´ (palabra que utilizo como homenaje al ´lingüismo desparpajeado´ de la autora, que la usa mucho y con una propiedad nada exenta de gracia) se dedica a pelearse con su instrumento o su voz y, solo al final de la carrera comienza a teorizar. Lo que en el caso de los cantantes se repite con mayor asiduidad si cabe: cuando ya la voz ´crepusculea´, comienzan las lecciones, las clases magistrales, etc., por aquello de que es bueno transmitir lo que se ha aprendido con la dura experiencia, y para hacer algo tan intangible como el manejo rentable de dos pequeños musculitos alojados en una zona no especialmente atractiva del cuerpo humano. (Claro que un violinista o un pianista no queda exento de la contemplación de esos crepúsculos, aun siendo los dedos una parte más manejable).
Un caso raro el de Laia Falcón, soprano, treinta y tantos años, licenciada en Piano, doctora en Comunicación y en Sociología del Arte y profesora universitaria en ejercicio. Muchas cosas para una soprano, oficio este al que las plumas perversas suelen asociar a personas que intuyen lo que hacen – música cantando- pero no razonan lo que hacen. Pues con esta autora –ya- de libros marran, porque de la lectura de este ´La ópera. Voz. Emoción y personaje´ no se puede deducir semejantes no menos intuitivos asertos, ya que Falcón se lanza con fortuna a una piscina con muy poca agua (hacer un libro de historia de la ópera sin que se note), lo que poco tiene que ver con coloraturas, medias voces, filados y reguladores, auténticas señas de identidad de los más venerables personajes del Canto. (Atención: ¿para cuándo la novelista?)
A mí me parece que el libro hace confluir bien las dos vocaciones que lo han generado: la editorial, el encargo de ser un libro básico, no para especialistas, y la puramente creativa, entendiendo esto último como acto de disfrute volitivamente controlado. O dicho en cristiano: se percibe con meridiana claridad en él que la autora disfruta y se cree lo que dice; que es perfectamente consciente de a qué público se está dirigiendo, y que para ello no necesita forzar nada. La narrativa es, así, de una sana naturalidad, lo que ayuda a comprender las cosas sin saber de antemano mucho acerca de ellas. Claro, este modo de operar podría conducir perfectamente a una explicación divulgativa sin mayores matices, pero eso es algo que no sucede porque lo que se cuenta en el libro, siendo una (divertida) deconstrucción de la propia historia, es correcto y acertado; no se fuerza lo sucedido en la realidad, y a pesar de que para decirlo se usa un lenguaje poco especializado, lo dicho es cierto. O de otra manera: cuando se dispone de poco espacio para decir algo que para ser bien dicho se requiere mucho, el peligro a incurrir en la banalidad, acecha. Y eso no sucede en este libro, en el que Monteverdi no pierde la cara; Lully, el cuerpo; Haendel, la voz; Mozart, el corazón, o Verdi y Wagner la hondura del teatro y la música. Por citar algún nombre que suene. Un libro de historia de la ópera, aunque pueda no parecerlo. Un libro para que quien no sepa de qué va el circo de la ópera, se entere de cuándo, cómo y por qué sucedieron ciertas cosas. Y quiénes fueron los responsables de que ocurrieran. Y, también, hasta cuándo y en qué condiciones es previsible que sigan ocurriendo. Lo que es muchísimo, y, por decirlo en tono musical subjetivo, al leerlo a uno le da la impresión de estar ante una singular síntesis, producto más que de una lectura, de una escucha. Palabras que forman conceptos e historias, que más parece que a uno se las estén cantando y no diciendo. Sí; una cosa así es posible. Se puede escribir como quien canta, y les aseguro que Laia Falcón lo hace muy bien. Su Song of Black Max, de William Bolcom, que nos ofreció al final de la presentación, fue una gloria. Y es más, hay que escuchar su Ravel, su Villa-Lobos y, particularmente, su espléndido Shostakovich.
El MUNDO
P. Unamuno Laia Falcón, soprano y profesora, escribe la historia del género como si contara la vida de un personaje casi inmortal que viaja por los siglos y los paísesAntes de que los hombres supieran siquiera cómo llamarla, la ópera había nacido como un singular y enfebrecido acontecimiento organizado en Mantua con motivo de los carnavales de 1607. 'La fábula de Orfeo', de Monteverdi, fue la obra llamada a inaugurar aquel arte que, como todas las cosas nuevas, carecía de nombre y, como escribió García Márquez, "para mencionarlas había que señalarlas con el dedo".
Esa cita del Nobel colombiano es precisamente la que ha escogido Laia Falcón para abrir su libro 'La ópera. Voz, emoción y personaje', tercer volumen de la colección Biblioteca Básica, creada por Alianza Música para acercar al público general aspectos de la música que le resultan vedados por el abuso de tecnicismos y las tentaciones exclusivistas.
Cuando recibió el encargo en 2012, a la pianista, soprano y profesora universitaria le pareció que le pedían "la fórmula de la Coca-Cola", es decir, "contar una historia de la ópera que pudiera satisfacer a los entendidos y, al mismo tiempo, pudiera animar a un público no especializado a interesarse por ella". El empeño no era fácil, como no lo ha sido el de Justo Romero para escribir el primer libro de la colección, dedicado al piano, y el de Cibrán Sierra, que ha firmado el del cuarteto de cuerda.
Falcón encontró la fórmula recurriendo a su arsenal pedagógico y literario: contaría la ópera a la manera de una novela, desde su nacimiento como "drama para música" en un no tan lejano siglo XVII hasta sus últimas manifestaciones e incertidumbres, 400 años más tarde.
En una obertura y cuatro actos, no podía ser de otra manera, y poco más de 300 páginas, Laia Falcón recorre y relaciona los hitos principales del arte operístico con indudable pulso y dotes de narradora. Los inicios del nuevo lenguaje los sitúa la reconocida cantante en el acierto con que la Camerata Florentina supo aglutinar el deseo de la época de recuperar el "misterioso canto de los griegos" que "se había quedado escondido en ese exasperante reino de lo que sólo se escribió en el aire".
A lo largo del siglo XVII, los largos recitativos dieron paso al aria de estrofas claras y los dúos de efectismo dramático mientras se redefinía el papel del coro, escribe Falcón. Como todo en arte tiende al exceso, la ópera derivó en una "enredadera de artificios y licencias" que comenzó a trepar por sus fachadas y ventanales. Hasta que llegó Gluck con sus tijeras de podar para recordar a todo el mundo el ideal con el que había nacido: "Ponerse al servicio expresivo de un texto".
La protagonista de su ópera 'Ifigenia en Táuride', rebelándose contra órdenes ancestrales, prefiguraba los valores de la inminente Revolución Francesa, en opinión de la autora, que combina sus actuaciones como soprano con el ejercicio de la docencia en la Universidad Complutense de Madrid, en las áreas de Construcción de Personajes y Música para la Narración.
El libro hace paradas obligadas en los grandes prodigios de la composición para voz, Mozart y su 'Flauta mágica' el primero de ellos, antes de adentrase en el denso siglo XIX y sus cuatro escalas igualmente de rigor: Francia, Italia, el ámbito de la ópera cantada en alemán y el de las 'otras' Escuelas Nacionales, con Verdi y Wagner como "titánicas figuras de inflexión" llamadas a reinventar el género, y otras figuras no precisamente menores como Donizetti, Rossini, Bizet u Offenbach.
Puccini es para Falcón el "último gran príncipe de las voces" por mucho que muchos críticos e intelectuales de su época predicaban que "no era más que un trilero del lloro fácil y un traficante de la falsa empatía".
Así llega el libro al siglo XX, se pasea entre las minas de las vanguardias, recala en Debussy, Richard Strauss -seguramente el "último héroe comercial de la profesión"- y Britten, portento de anacronismo y puntería con 13 óperas a sus espaldas, y enfila los nuevos rumbos de un arte sobre cuyo futuro penden por sistema los interrogantes hasta que, siempre, acaba por reinventarse.
"La ópera" de Laia Falcón
Historia de la ópera. Las 3T del crecimiento
SERGIO A. BERUMEN
La ópera: voz, emoción y personaje
Laia Falcón
Madrid: Alianza, 2014, 336 p.
ISBN: 978-84-206-9339-2
En la antigüedad, los factores determinantes de la ‘riqueza de las naciones’ eran la disponibilidad de recursos naturales, como la tierra (como expresión de dominio y fortaleza, pero también como medio para el abastecimiento de alimentos, madera y minerales) y la ubicación geográfica (como el acceso a vías fluviales y marítimas o caminos para moverse por el territorio y así hacer llegar alimentos, suministros y, en general, ejercer el comercio). La llegada de la primera Revolución Industrial produjo fuertes cambios, porque en adelante el principal factor de crecimiento sería la acumulación de capital físico. Pero a medida que nos acercamos al presente, el capital humano, en sentido amplio, ha significado el desarrollo de capacidades, pero también de talentos y sensibilidades.
En The rise of the creative class (2003), Richard Florida señala que no es casualidad que los países con mayor crecimiento económico sean los más creativos y los que más se han interesado por el desarrollo de sus industrias culturales, dentro de las cuales, naturalmente, está la ópera[1]. Este planteamiento fue el punto de partida para que Gerard Marlet y Clemens van Woerkens (2004) identificaran lo que para ellos son las 3T del crecimiento: tecnología, talento y tolerancia. En efecto, esta hipótesis está en plena sintonía con el mundo de la ópera.
Tecnología, talento y tolerancia
Tecnología. El acercamiento de la ópera a un público más amplio del meramente interesado en asistir a las representaciones (bien por verdadero amor melómano o por esnobismo) ha sido posible gracias a la tecnología. Las primeras grabaciones en discos de doble cara datan de 1900, pero la primera ópera completa en ser grabada fue Pagliacci, de Ruggero Leoncavallo, en 1907. También sería la primera en ser grabada en imagen y sonido, en 1931, en el napolitano Teatro di San Carlo. La grabación fue realizada con fines políticos, porque el régimen de Mussolini estaba obsesionado con hacer ver al pueblo que la bella ópera era patrimonio cultural italiano (hay una versión resumida de ella en YouTube, que no resalta precisamente por su calidad -es de una iluminación lúgubre y el montaje es sombrío- y sin embargo es un valioso documento porque nos advierte del interés en hacer llegar la ópera a un público que en ningún caso se podía permitir una entrada en La Scala o en La Fenice). Hoy en día es posible asegurar que gracias a la tecnología la ópera es accesible para todo el mundo (hay grabaciones en todos los formatos digitales, incluido Spotify).
Talento. La ópera es un arte, una expresión cultural y, como tal, está sujeta a los gustos y preferencias, pero en cualquier caso, cada generación ha dado un paso adelante en la consecución de lo sublime. Hoy en día la conjunción de talentos -sean cantantes, productores, coreógrafos, fotógrafos, diseñadores de moda e ingenieros de montaje, iluminación y sonido-, así como el matrimonio con la orquesta, ha alcanzado niveles no imaginados hace no mucho tiempo. Asimismo, la globalización de la economía ha ayudado a romper las fronteras físicas y por ello, ahora es posible conformar un elenco de talentos extraordinarios de todo el mundo. En este ámbito, resulta especialmente llamativa la mezcla entre talento y el olfato empresarial de Giacomo Puccini: originalmente, Tosca fue una obra teatral de Victorien Sardou, pero Puccini pero fue el primero en adaptarla para que cupiera en un disco por las dos caras.
Tolerancia. Posiblemente, de las 3T esta sea la asignatura pendiente. En el pasado, y aún ahora, muchos han tratado de secuestrar la música y de ponerla al servicio de sus intereses más mezquinos. Pero contra los excesos del poder tenemos varios ejemplos de independencia que rayan en la heroicidad. Como Dimitri Shostakóvich y su protesta numantina (principalmente, pero no solo, en su Decimocuarta sinfonía) contra la violencia, el destierro y la muerte promovidos por el régimen de Stalin, y que por cierto, estuvo muy cerca de costarle la vida. O la orquesta de músicos árabes y judíos, dirigida por Daniel Barenboim, un formidable y ejemplar esfuerzo de paz y deseo de concordia entre ambos pueblos.
Estas palabras sirvan para poner en situación el libro objeto de la presente reseña: La Ópera: voz, emoción y personaje, de Laia Falcón, profesora de la Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense de Madrid, también poseedora de una privilegiada voz y, como queda constatado en este libro, especialista en la historia de la ópera. Es la amalgama perfecta entre la experta en el estudio de los medios y la artista. Existe la creencia popular de que todo lo que encierra el mundo de la ópera únicamente pertenece a los iniciados, a un pequeño grupo de gente dotada de una sensibilidad especial, por lo cual, se ha considerado terreno vedado para el gran público. Sin embargo, este libro es un esfuerzo audaz, porque tiene el noble objetivo de explicar la evolución que ha experimentado la ópera a lo largo de su dilatada historia.
Estructura
El libro está estructurado en la ‘obertura’ o justificación, y cuatro ‘actos’. El primer acto se titula Inventar un planeta. Es el punto de partida a lo largo de un viaje de 400 años y va desde los albores hasta finales del siglo XVII. El siglo XVIII lleva por nombre Pasión y equilibrio, época de gran esplendor de las obras y florecimiento de los teatros. Este es el tiempo de los maestros Scarlati, Vivaldi y Pergolesi, pero también de Mozart y Händel. El tercer acto está dedicado al siglo XIX, un siglo de intrépidos viajeros que llevaron consigo a sus amadas óperas hasta los confines del mundo, desde San Francisco hasta Saigón, desde La Habana hasta Buenos Aires, y asimismo, el descubrimiento en Occidente de las óperas eslavas. Por último, el cuarto acto, está dedicado a la ópera más contemporánea, a las nuevas maneras de interpretación y montaje, al encuentro entre la música culta y el folklore, al descubrimiento de nuevas coloraturas, a infinidad de matices y formas de expresar el arte operístico. En fin, la lectura del libro es vibrante, por ligera, ilustrativa y seductora.
[1] Florida, R. (2003). The rise of the creative class. New York: Basic Books.
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HISPAÓPERA
Alianza Música edita un nuevo libro dentro de la colección ‘Biblioteca básica’ dirigida por Javier Alfaya un interesante libro que sobre Ópera ha escrito Laia Falcón, Doctora en Sociología por la Universidad Sorbonne de París y Doctora en Comunicación Audiovisual por la Universidad Complutense de Madrid, donde actualmente es profesora e investigadora en las especialidades de Construcción de Personajes y Música para la Narración, a lo cual une una actividad artística como soprano solista, con una más que notable carrera internacional y el reconocimiento de la crítica especializada.
Si bien es cierto que en las estanterías de las librerías ya encontramos varias obras de temática similar y que es complicado aportar algo nuevo a los ávidos lectores, Alianza Música edita este libro con el propósito de llegar a la mayor cantidad de lectores posibles. Se titula ‘La Ópera. Voz, emoción y personaje’.Está bien estructurado, con un lenguaje casi novelado en algunos pasajes, y con una demostración de que la autora es conocedora del tema, fundamentalmente el capítulo más extenso del libro que está dedicado al siglo XIX. Quizá se echan en falta citas bibliográficas o notas al pie que suelen aportar mucho en este tipo de publicaciones, pero es un libro ameno que aportará conocimiento a aquel que quiera acercase a su lectura. Desde luego, esfuerzos y proyectos como éste son bienvenidos siempre.STVDIVM. Revista de Humanidades,
STVDIVM. Revista de Humanidades, 21 (2015) ISSN: 1137-8417, pp. 327-331
STVDIVM 21 (2015)
Stvdivm. Revista de Humanidades
Zaragoza: Prensas de la Universidad de Zaragoza
Universidad de Zaragoza. ISSN: 1137-8417
RESEÑAS / REVIEWS
Dr. Alfonso COLORADO
Universitat Pompeu Fabra, Barcelona
UNA NUEVA ENTONACIÓN: LA HISTORIA
DE LA ÓPERA EN CASTELLANO
A Different Intonation: The History of Opera
in the Spanish Language
Historia de la ópera, de Gabriel Menéndez Torrellas. Madrid, Akal, 2013.
Col. Música. 512 páginas; y
La ópera, voz, emoción y personaje, de Laia Falcón, Madrid, Alianza Música, 2014. Col. Bilbioteca Básica. 336 páginas.
Hasta hace unos años las historias de la ópera en castellano eran básicamente una consabida lista de compositores y obras, un mero recuento erudito.
Las más de las veces se trataba de la adaptación de obras señeras en otras lenguas, a las que se añadía un apéndice sobre la música en España y, a veces, en Hispanoamérica. De manera paralela a la emergente integración del repertorio español en el circuito internacional de la ópera (como la puesta en escena de La verbena de la paloma de Tomás Breton/Ricardo de la Vega en el Hebbel Theater de Berlin en 2002, distribuida en DVD por DECCA) ahora se escriben historias de la ópera desde una perspectiva nueva.
De autores entendidos e independientes, ya no son una imitación o una refundición de sus congéneres extranjeras; este panorama parece haber quedado definitivamente atrás.
La Historia de la ópera del académico español Gabriel Menéndez Torrellas no es sólo una historia propiamente dicha sino un ensayo de historia cultural en sentido amplio, una historia política y social de Europa así como una historia del arte y del pensamiento, todo, a través de la
ópera.
Los capítulos del libro se centran en diversas épocas y lugares que han constituido un hito en la historia de la ópera. Si bien hay un recuento de características formales de los diversos subgéneros, estilos y escuelas, también hay un amplio espacio para cuestiones sociales y políticas. Por ello se cuenta con detalle el progresivo control teatral y operístico impuesto en
Francia durante la Revolución y hasta el cénit del Imperio napoleónico.
Este libro evita las manidas listas de compositores y obras y en vez de ello elabora breves y sustanciosas monografías de varias óperas, que funcionan como una auténtica introducción a estas óperas y como una guía de su audición.
Esta Historia de la ópera debería llamarse en realidad «nueva historia de la ópera» porque incorpora los resultados de investigaciones en las últimas décadas que modifican los lugares comunes que numerosos manuales repiten. El autor deja claro desde el inicio que son insostenibles: […] los prejuicios y proyecciones del siglo XX: aseveraciones de la índole «Gluck revolucionó la ópera» (cuando en el siglo XVIII no existe «la ópera» como tal, sino como una multiplicidad de géneros y estilos con planteamientos y propósitos enteramente diferentes, y como si entonces fuese siquiera concebible que un único compositor pudiese tener un impacto a escala semejante)... [que] «Rossini, Bellini y Donizetti suponen el apogeo del bel canto» (como si no existiesen diferencias esenciales en el estilo vocal de cada uno de ellos como para subsimirlos bajo un mismo concepto, que por lo demás casi nunca se define de manera concreta)… […] o que Wagner invento la «obra de arte total», la unión de todas las artes (una idea en sí tan trivial que resulta casi irrisorio atribuírsela a un pensador como Wagner, que dedicó muchas más páginas a reflexionar sobre la ópera que a sus propias composiciones, y que no explica en absoluto en qué sentido es Das Rheingold una «obra de arte total» y no lo es ya cualquier ópera de Lully del siglo XVII) (p. 10)
Estas precisiones pueden hacerse extensivas incluso a manuales prestigiados, algunos escritos en otras lenguas. En vez de su repetición mecánica el autor se involucra en la polémica que la escritura de toda historia implica, formula juicios, argumenta, toma postura. Esta historia de la ópera, que abarca desde el nacimiento del género hace cuatro siglos hasta el año 2000, está escrita desde la perspectiva del siglo XXI, donde hay unaserie de supuestos imprescindibles en la consideración del género. Véase un ejemplo.
Uno de los aspectos donde más se nota el cambio es que las historias de la ópera privilegiaban el arco que va del clasicismo dieciochesco a la primera mitad del siglo XX. Lo que quedaba fuera de éste —la ópera renacentista y barroca, la ópera contemporánea— eran capítulos breves, pinceladas,
mientras que el bel canto o la ópera verdiana y wagneriana eran considerados medulares. Menéndez Torrellas desarrolla con similar amplitud y profundidad los diversos estadios históricos de la ópera, ya no hay un período, lugar o compositor que detente el centro absoluto. La ópera es un vasto océano histórico con obras imprescindibles en cada uno de los mares que lo componen, una hidra de cien cabezas; su tronco, una fuerza incesante cuya historia es mucho más que unas pocas obras señeras. En otras palabras, este libro no es una historia de «la» ópera sino una visión de la ópera desde una perspectiva historiográfica estricta: crítica y múltiple. Por ello, sistemáticamente el libro resalta cómo veían los contemporáneos las obras y no solamente como se ven ahora. Nuestro gusto es uno más entre muchos, y cambiará.
A pesar de su diversidad y erudición bien disimulada (el autor, doctor en estética y filosofía, formado en Alemania, es un ensayista y traductor), este libro tiene un centro: la experiencia personal de un escuchante apasionado de la ópera que, continuamente, la conecta con diversos aspectos
de la realidad. Es decir, el libro es también el testimonio de una dilatada y meditada convivencia con el género. Lo único de lamentar en esta publicación es el menudo tamaño que la letra, que a veces hace cansada la lectura.
Por su parte, La ópera, voz, emoción y personaje de Laia Falcón se distingue, en primer lugar, por su carácter narrativo: es una especie de largo cuento, o de novela breve, sobre ese género teatral y musical. En vez de seguir un camino en el que se repase de manera sistemática los períodos o las obras, la autora recurre a material diverso (lo mismo chispeantes anécdotas que digresiones artísticas o que una interesante reflexión) con el fin de mantener el interés del lector. La autora es una especie de Sherezade que imbrica numerosos relatos en uno solo. Por ello no es de extrañar que este libro sea asimismo un ejercicio de escritura con intenciones literarias y ensayísticas, lo que a veces recarga la redacción, alguna vez hiperbólica, pero siempre expresiva y clara.La dispersión (o variedad) del libro ayuda a que el lector tenga una idea de la amplia relación de la ópera con la historia del arte, pero sobre todo, con la vida misma, con los dilemas personales, las alegrías y angustias cotidianasde cualquier persona. Esta obra se plantea como objetivo, y lo cumple, mostrar el antiguo género de la ópera como algo vivo y actual. Y demuestra que el pasado no es algo lejano y ajeno sino que comparte mucho con el presente. Esta preocupación por crear esa cercanía con la ópera, por mostrar su trasfondo como algo familiar, permea otros aspectos del libro. Cuando trata cuestiones formales o técnicas, la autora evita dejar todo a cargo de los términos especializados y explica hábilmente y de manera sencilla el tema. Así, cuando aborda óperas alejadas del gusto más común del gran público, como el Wozzeck (1925) de Alban Berg, señala:
Por su parte, La ópera, voz, emoción y personaje de Laia Falcón se distingue, en primer lugar, por su carácter narrativo: es una especie de largo cuento, o de novela breve, sobre ese género teatral y musical. En vez de seguir un camino en el que se repase de manera sistemática los períodos o las obras, la autora recurre a material diverso (lo mismo chispeantes anécdotas que digresiones artísticas o que una interesante reflexión) con el fin de mantener el interés del lector. La autora es una especie de Sherezade que imbrica numerosos relatos en uno solo. Por ello no es de extrañar que este libro sea asimismo un ejercicio de escritura con intenciones literarias y ensayísticas, lo que a veces recarga la redacción, alguna vez hiperbólica, pero siempre expresiva y clara.La dispersión (o variedad) del libro ayuda a que el lector tenga una idea de la amplia relación de la ópera con la historia del arte, pero sobre todo, con la vida misma, con los dilemas personales, las alegrías y angustias cotidianasde cualquier persona. Esta obra se plantea como objetivo, y lo cumple, mostrar el antiguo género de la ópera como algo vivo y actual. Y demuestra que el pasado no es algo lejano y ajeno sino que comparte mucho con el presente. Esta preocupación por crear esa cercanía con la ópera, por mostrar su trasfondo como algo familiar, permea otros aspectos del libro. Cuando trata cuestiones formales o técnicas, la autora evita dejar todo a cargo de los términos especializados y explica hábilmente y de manera sencilla el tema. Así, cuando aborda óperas alejadas del gusto más común del gran público, como el Wozzeck (1925) de Alban Berg, señala:
"Al trenzar estos dos mundos expresivos —la libertad atonal y la herenciapostromántica— Berg encontró un nuevo código con el que mostrar la raracotidianeidad que había visto germinar durante la guerra […] para retratar elabuso, la mezquindad y la locura, Berg buscó la complicidad de lo atonal y unared de líneas vocales abruptas y extremas: punzantes combinaciones de notascon las que trazó hoscas caricaturas del grito, del escupitajo, de la desesperación.Por contraste, los fugaces pero esenciales momentos de ternura y calidezfueron tejidos con un terciopelo tonal casi romántico. (p. 244)"
Esta forma de abordar el tema lo simplifica sin deformarlo y así despierta el interés del lector no especializado (y algo dirá también al conocedor).
El libro de Falcón abarca también desde los inicios de la ópera hasta la más estricta contemporaneidad. Ahora bien, si el libro de Menéndez Torrellas trata con olímpica imparcialidad todas las óperas, Falcón no puede disimular su contagiosa pasión por algunas. Lo destacado es que no sólo son Carmen o las de Verdi y Wagner sino también otras «difíciles» como Pelleas et Melisande (1902) de Debussy o Erwartung (1909, estrenada en 1924) de Schönberg, de las cuales traza una semblanza pertinente e interesante.
Destaca también el cuidado de la autora en explicar todo lo relacionado con la voz, desde las tesituras, los diversos métodos didácticos del canto y, sobre todo, la exposición de importantes roles operísticos desde la perspectiva del intérprete. Y no es de extrañar, porque la autora, además de ser una investigadora académica, es una cantante española de ópera de proyección internacional.
Ambos libros, aunque muy diversos, se complementan. La obra de Falcón privilegia la historia de la ópera en tanto unidad, mientras que la de Menéndez Torrrellas realza la inmensa variedad de la ópera a lo largo de su historia, su condición de corriente política y social no menos que cultural
y artística. Si el primer libro es una vibrante introducción, multifacética y personalísima, el segundo presenta un marco general —agudo, equilibrado y preciso— de la historia de la ópera.
Actualmente es común la fama de cantantes y directores de orquesta cuya lengua es el castellano, ya españoles o hispanoamericanos. Dentro de no mucho tiempo habrá también musicólogos, historiadores, críticos, teóricos.
Las bases han comenzado a edificarse, y no por nuevas son menos
firmes: ya tienen una voz propia.
Alfonso COLORADO*
Doctor en Historia.
Correo electrónico: alfonso.colorado@gmail.com.
Fecha de recepción
Correo electrónico: alfonso.colorado@gmail.com.
Fecha de recepción
de la reseña: 26 de junio de 2015.
Fecha de aceptación: 2 de septiembre de 2015.
Fecha de aceptación: 2 de septiembre de 2015.
Universitat Pompeu Fabra, Barcelona
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